Otro Día de San Valentín, otro intento para asesinar al mega-cursi-ñoño-ridículo de Cupido con sus asquerosos pañales y sus flechitas induct...

UNA BATALLA GRIEGAMENTE ÉPICA

Otro Día de San Valentín, otro intento para asesinar al mega-cursi-ñoño-ridículo de Cupido con sus asquerosos pañales y sus flechitas inductoras de romance acaramelado. (En serio, díganme si no da asco la imagen.)

¿Recuerdan la película Kill Bill? Uf, ¿qué estoy diciendo?; seguro que la recuerdan, es una peli fenomenal :-D En fin, que en lugar de ponerme en onda Kill Bill me puse en onda Kill Cupid, con una linda katana pero cambiando el traje amarillo de Uma Thurman (o más bien de Bruce Lee) por un atuendo más discreto de ninja. Vamos, es que con una combinación de amarillo y negro te ven llegar a medio kilómetro, y encima la gente en mi país comenzaría a preguntarme si soy de Peñarol (no, no soy de peñarol porque detesto el fútbol y a los futbohólicos).

Estuve muy, muy cerca de lograr mi objetivo esta vez. O como mínimo, de averiguar si los dioses griegos inmortales son susceptibles a las decapitaciones como Christopher Lambert en Highlander.

Casi estuve a punto de averiguarlo. Y me refiero a un "casi" tan "CASI" que varios cabellos de su rubia cabecita flotaron en todas direcciones como pelusilla de dientes de león. Así de afilada estaba mi katana. Por desgracia, el muy maldito de Cupido es rápido como un picaflor, y se apartó de mí a toda velocidad dirigiéndome, de paso, una mirada furibunda. Aquello no podía significar nada bueno...

Me había olvidado de que estaba lidiando con un dios griego, y de que los dioses griegos son muchos y suelen comunicarse entre sí. Cupido se ausentó un momento y regresó con Hades, el dios del inframundo. Hades chasqueó los dedos... y así de la nada apareció un guerrero espartano, quien al parecer se había quedado con más ganas de pelea tras la gloriosa batalla de las Termópilas. Cupido le susurró algo al oído y después me señaló. El espartano frunció el ceño y desenvainó su espada.

Ay, ay, ay. ¡Patitas, para qué las quiero!

¡¡ESTO ES ESPARTAAAAAAAAAAAA!!

Fue una larga carrera por las calles y las plazas de mi ciudad. Mientras tanto, el espartano fue cercenando varios árboles y postes del alumbrado público con su fuerte espada. No tardaría en darme alcance...

—Eh, un momento —dije, frenando de golpe—. ¡Pero si tengo un dragón! ¡Eh, Donaldito, quítame a este plomazo musculoso de encima, por favor!

Entonces mi Donaldito, quien siempre está pendiente en caso de que su mamá adoptiva se meta en problemas, acudió en mi ayuda y le arrojó unas cuantas llamaradas al furibundo espartano, quien dio media vuelta y corrió a refugiarse con Hades.

La cosa no terminó ahí. Como ese duelo entre Merlín y madam Mim en la película de Disney, Cupido contraatacó largándole a mi Donaldito un rival digno de su fuerza y tamaño: ¡una hidra!

La hidra y mi dragón se enzarzaron en una lucha épica digna de una peli de Godzilla. Destruyeron unas cuantas fachadas en el centro de Montevideo, pero bueno, esa parte de la ciudad ya se encontraba en un estado calamitoso, de modo que nadie notará la diferencia :-P El monstruo lanzó dentelladas, mi dragón largó zarpazos, rodaron unas cuantas cabezas de hidra. Pero ya sabemos cómo son las hidras, así que al rato teníamos un enemigo con veinte o treinta cabezas más que al principio.

—¿Qué haces, Donaldito? —exclamé—. ¡Ya viste la película de Hércules en el canal Disney, sabes que así no se puede matar a una hidra!

No obstante, yo había subestimado a mi dragón. Sí, él sabía perfectamente cómo matar a una hidra, y hasta el momento sólo había estado jugando un poco con ella. De pronto le lanzó una llamarada al corazón, y la hidra cayó muerta en medio de una nube de humo con olor a carne chamuscada. Donald y yo nos miramos.

—Oye, ¡huele delicioso! —dije, y algunos observadores opinaron lo mismo—. ¡¡PARILLADAAAAA!! —exclamé entonces, y llamamos a los cocineros de varios restaurantes para que nos ayudaran a rebanar y asar el voluminoso cuerpo de la hidra. Mi Donaldito, de paso, comenzó a vender las cabezas cortadas como trofeos. (Es un dragón con buen olfato para los negocios.)

Lástima que Cupido aprovechó para escapar mientras ocurría todo esto. En fin, otra vez será. Asamos a la hidra, la acompañamos con verduras, patatas, chorizos y vino, e hicimos algo así como una fiesta tradicional uruguaya para contrarrestar la cursilería romántica del Día de San Valentín.

Ah, por cierto: la carne de hidra no sabe a pollo sino a puerco, para variar :-D Reservamos algunas porciones para ver si nos sale algo parecido al jamón serrano, porque el que se vende en los supermercados de Uruguay viene de España y sale carísimo. También limpiaré un cráneo de hidra para decorar la mesa de mi sala de estar.

Pero esto no termina aquí, Cupido. ¡No escaparás de mi furia homicida contra el romanticismo ñoño! ¡Hasta el año que viene!

G. E.

0 comentarios:

Ir arriba