Hace muchos años teníamos una heladera súper anticuada, una General Electric con ¡manija! Sí, manija. Una cosa arcaica del tiempo de los din...

CRÓNICAS DE HELADERA

Hace muchos años teníamos una heladera súper anticuada, una General Electric con ¡manija! Sí, manija. Una cosa arcaica del tiempo de los dinosaurios. De hecho, lo que se ve en la imagen de abajo es un bebé velocirraptor tratando de abrir la heladera para sacar las patitas de pollo.


Odiaba esa heladera. Todas las demás personas que conocía tenían heladeras modernas, con puertas imantadas y un freezer en lugar de un pequeño congelador. ¡Esas personas sí podían guardar helado en sus heladeras! ¡Qué envidia! Yo no podía hacer eso. Si ponía helado en el congelador de la mía, el frío no era suficiente y el helado comenzaba a aplastarse y derretirse, hasta quedar con un aspecto tan poco atractivo como el de una lechuga dejada a la intemperie una semana. Horrible, horrible.

En fin, llegó el día en que cambiamos la heladera por una de frío seco, con freezer. ¡¡Yipiiii!! Ahora sí podíamos tener helado, y no había que descongelar la heladera a cada rato para eliminar la escarcha. La presencia de la nueva heladera me hizo inmensamente feliz (bueno, no tan feliz como si hubiera ganado un millón de dólares en la lotería, pero digamos que la posibilidad de guardar helado elevó considerablemente mis niveles promedio de felicidad). El único que no estaba contento era mi gato, quien ya no podía abrir la heladera para robar el jamón.


(En realidad mi gato jamás fue capaz de abrir la heladera vieja, pero éste es mi blog y puedo inventar todos los disparates que quiera para hacer más interesante lo que escribo. Técnicamente no son mentiras sino ficción.)

Según el vendedor, no hacía falta descongelar la heladera nueva porque el frío seco no produce escarcha. Eso sí: más valía envolver las cosas para que no se secaran. No era cuestión de que la comida terminara deshidratada como si la hubiéramos dejado al sol en pleno verano; perdería el sabor y se volvería difícil de masticar, y las mandíbulas del Homo sapiens contemporáneo ya no están hechas para eso.

Nuestra luna de miel con la heladera nueva duró cinco años. Cinco hermosos, maravillosos años con helado y patatas congeladas en el freezer. Me encantan las patatas congeladas (después de cocinarlas, por supuesto; ni que fuera a comérmelas congeladas).

El problema empezó con la leche. Verán, yo siempre bebo la leche fría, incluso en pleno invierno. Por alguna razón, la leche caliente me da ganas de vomitar (¡puaj!). Además, me gusta la leche fría. Con chocolate, por supuesto. Mmm, qué rico :-)

En fin, empecé a notar que, aunque la comida en el freezer seguía congelada, mi leche no estaba lo bastante fría. La heladera ya no tenía un frío pingüinesco sino que estaba casi a temperatura ambiente. Era pleno invierno, y aunque en mi casa no tenemos calefacción central, desde luego que en invierno no está a la temperatura de una heladera (bueno, casi).

Hablé con el técnico, quien me dijo que por condensación podían haberse tapado las tuberías que llevan el aire frío desde el freezer hasta la heladera. (Anoten eso todos los que tengan heladeras de frío seco, porque NO aparece en el manual.) Solución: apagar la heladera y dejarla abierta un día entero.

Parpadeé. ¿Apagar la heladera? ¿Quedarnos sin heladera un día entero? Ese pensamiento me horrorizó. ¡¡Quedarnos sin heladera un día entero!! ¡¡Qué... qué... PRIMITIVO!!

Por desgracia no había alternativa. Y algo debía de estar pudriéndose en el interior de nuestra heladera ya no tan fría, porque salía un olorcillo desagradable. Mi mente empezó a conjurar imágenes terroríficas de bacterias patógenas: Salmonella enteritidis, Escherichia coli, Clostridium perfringens. Brrrr. Sólo de pensar en Clostridium perfringens me dan escalofríos. Intoxicación alimentaria = ¡¡¡DIARREAS INTERMINABLES!!! ¡¡Auxilio!!

Ni modo, teníamos que descongelar la heladera que supuestamente no necesitaba descongelado. Por suerte nuestra vecina, quien es una compradora compulsiva, tiene dos heladeras con freezer en su casa, así que le llevamos toda nuestra comida.

Dejamos la heladera apagada y abierta. Aprovechamos para quitarle los restos de un huevo que había tenido un final trágico un par de años atrás :-D

Al día siguiente encendimos la heladera y ¡tadáááá!, empezó a funcionar correctamente. Por fin se escuchaba el ruidito de circulación del aire. Recuperamos toda la comida de la casa de mi vecina... aunque creo que había menos helado en el recipiente. Mmm, qué sospechoso. En fin, lo tomé como el pago por los servicios de almacenamiento prestados.

El día después de ése fui a preparar mi leche con chocolate y me llevé una sorpresa: nuestra heladera ahora enfriaba tan bien... ¡¡que se había congelado la leche y no salía nada de la bolsa!!


G. E.

6 comentarios:

  1. Me hubiera gustado ver tu heladera antigua. Por cierto, en España llamamos a las heladeras con freezer... frigoríficos combi, y si no producen hielo, son frigoríficos combi no frost. Al principio no entendía bien qué era una heladera, he tenido que buscarlo en el monolito google.

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    1. Cuestiones geográficas, Iván. En Uruguay más bien se llama frigoríficos a los lugares donde se almacenan alimentos a gran escala. Si quieres una alternativa, en Sudamérica se usa también la palabra refrigerador. Espero que te hayan divertido mis crónicas heladas :-D

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  2. JAJAJA me han encantado tus aventuras con el frigorífico. Gran imaginación
    Saludos

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  3. JAJAJAJA,muy bueno,me he reido bastante,me encanta tu blog :D.

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